Somos la Asociación de Productores del VRAE – Pueblo Libre Baja, una organización de productores de cacao, café y frutos tropicales, que venimos trabajando unidos desde el 2012. Representamos a 24 familias convencidas que el trabajo asociativo trae consigo la sostenibilidad.

Nuestra historia inicia en 2012 cuando la roya devastó el cacao tenía precios por debajo del costo de producción y no lograba cubrir la canasta familiar y ponía en riesgo el desarrollo de nuestras familias y cada productor se enfrentaba a la producción de la hoja de coca. Esto nos llevó a trabajar unidos y organizados. En 2014, en el distrito de Kimbiri, en los Valles de los Ríos, Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), decidimos formalizar nuestra asociación, convencidos que la asociatividad nos abriría nuevas puertas. En 2019 logramos la firma de convenio con U.E DEVIDA VRAEM para la implementación de nuestra primera planta de procesamiento de chocolates.

En 2022 logramos participar y ganar en un evento internacional AVPA – PARÍS nuestra primera medalla de Plata en Chocolate Bitter con Kiwicha, y vamos escalando día a día para lograr la mejora de calidad de vida de nuestros socios.

Nuestro trabajo ha logrado alcanzar a más familias de los distritos de Villa Kintiarina y Kimbiri, y diversas comunidades nativas del distrito de Kimbiri – Cusco.

Hace muchos años atrás, allá por los mágicos años 1940, el señor Julián Orejón Aguilar llegó al enigmático VRAE, guiado por fuerzas ancestrales hacia el sur de esta tierra encantada. Su propósito, forjar un nuevo futuro en la danza de la naturaleza, decidiendo sembrar el cacao. Su primer trabajo consistía en recolectar las semillas de las diferentes parcelas, principalmente de la hacienda de los Parodi y Risco. Su anhelo era desvelar los secretos de la tierra y obtener una mayor productividad. Así, dio inicio a una gran aventura que, con el tiempo, se transformaría en los mágicos fundos que hoy alimentan los sueños de Miskicha.

En una de sus místicas travesías, don Julián relata que mientras descendía hacia un enigmático ojo de agua para purificar su espíritu, al alzar la vista, se encontró con la visión de un inca ancestral. Este noble espíritu vestía adornos de oro, su espalda se erguía con la majestuosidad de las montañas y parecía contemplar el río Apurímac bajo el resplandor dorado del sol. La figura se le manifestó imponente, como un guardián de los misterios de la tierra. Pero en un fugaz parpadeo, el inca desapareció, dejando a don Julián sumido en un profundo misterio. Buscó afanosamente rastros de su presencia, pero no encontró más que el susurro del viento entre los árboles ancestrales.

Desde ese día, don Julián supo que estas tierras eran el lugar donde su destino se entrelazaría con el cacao y la magia de los incas. Decidió que serían las tierras donde él, como un chamán de la agricultura, custodiaría los secretos de los granos ancestrales. Con el tiempo, legó su conocimiento a su hijo, quien a su vez lo transmitió a sus propios descendientes. Hoy, en la tercera generación, los descendientes de don Julián continúan el ritual de transformar los misteriosos granos de los incas en chocolate, manteniendo viva la magia de esta tierra.

2017

2019

2020

2023